jueves, 6 de enero de 2011

Llanto, sus causas.

Culpa. La más marica de todas.

Rabia. Buéh, de eso a aguantarse pos...

Miedo. Raya en lo cobarde, aunque es comprensible.

Creo que esas son las principales. Lo que todavía no me queda muy claro es dónde incluir el mío.

Tener un enfermo en la familia es de por sí feo. Ahí es donde hay que administrar energía, inteligencia, que sé yo.

Todo se complica cuando tienes un historial de depresión y pesimismo en la familia. Si a eso le sumamos una pendeja que riega malas noticias que supone, estamos jodidos.

Nunca, nadie de mi familia directa había caído en el hospital. Ver a mi padre con ayuda de oxigeno nos sacudió a todos. Justo a él, el más sano de nosotros.

Las causas de lo que le dió incluyen desde una infección jodona pero tratable, hasta cáncer metastático del peor pronóstico. Imaginarán las consecuencias que trae dispersar esta información en una familia genéticamente predispuesta a, repito, pesimismo y depresión.

Puta madre, si hasta la gastritis puede venir de un cáncer.

Traté de ser fuerte con él, con mi madre y mis hermanas, me gustó quemar con su marido a la pendeja que alarmó de más a mi madre (lo bien intencionada no le quita un gramo de pendeja). Creo que cumplí.

Ahora, si me disculpan, reventaré el estrés antes de dormir.

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